Texto de obra, Lic. María Carolina Baulo, julio 2015.
Viviana Gaitán - El YO Fragmentado
El ser humano y su entorno. Un gran tema que, paradójicamente, resume dónde está el
acento en la obra de Viviana Gaitán. La naturaleza, ella toda, el continente del hombre, lo
inmediato plasmado a través de un lenguaje con sólida base formal y conceptual en el
expresionismo alemán de principios del siglo XX, el cual explota y astilla a posteriori,
impactando en cantidad de manifestaciones estéticas. Una obra que guarda coherencia entre
en su fundamentación –donde se proyectan esos lineamientos en la factura de trabajo- y
donde más allá de los claros vaivenes que implica producir y trabajar en el tiempo y sus
condicionamientos, mantiene un hilo conductor que permite reconocer la presencia creativa
individualizada producto de la asimilación y reelaboración.
La presencia del otro, del referente que sirve de inspiración y debate, se hace manifiesto:
Susan Rothenberg desde su imaginería figurativa, los juegos de luz y color, el hombre
formando unidad con la naturaleza. Lo fragmentado de la representación, la pincelada vital,
apurada, pasional que repercute en la obra de la artista y hace eco en su trabajo; capa sobre
capa, hacer y negar, volver a hacer. Los troncos de Giuseppe Penone: ese hombre-tronco
que se hace recurrente en la obra de Viviana y donde cada grieta de esa superficie encuentra
correlación con las rupturas que presenta el ser del hombre. Nuevamente la fragmentación.
Lo multifacético de Anselm Kiefer, la presencia del dolor, la versatilidad de los materiales,
la paleta, la posibilidad de manifestar en la obra un tipo de expresionismo que mucho tiene
que ver con lo poético y el trabajo de Paul Celan, otro importante referente desde la poesía.
Consultar, mirar, dialogar con las obras del otro para construir el propio discurso no hace
más que aceptar, una vez más, esa fragmentación de la cual no se escapa. Las pasiones, el
dramatismo, la terribilitá de un Miguel Angel haciendo escuela en los Románticos, los
Expresionistas, los Neo Expresionistas, combinado con una factura que pone al lienzo en
permanente tensión. Robert Rauschenberg, Cy Twombly, Georg Baselitz; la lista es
enorme. La libertad en la pincelada, en el uso de los materiales como medio y otras veces
como fin, el collage, el desafío de los límites. Y como ya no son una novedad desde hace
décadas, es allí donde nace el desafío para el artista contemporáneo: reelaborarlo para que
no sea una transferencia obvia.
La desprolijidad del gesto descontrolado conscientemente, la paleta restringida y sutil o
violenta y contrastante, la presencia de la introspección, el error manifiesto, el pentimento
en primer plano, el juego de los opuestos, la abstracción que se impone a una figura que
puja por hacerse ver, o a la inversa, desintegrándose en las transparencias, las intensidades
que convergen explosivamente generando un nuevo estadio siempre en conflicto como la
expresividad misma, la imponente presencia del plano. Viviana Gaitán dice pintar para
saber. Y creo que lo mejor que puede tener una obra de arte es generar justamente ese
desconocimiento previo que provoca en el espectador –y en el artista mismo- la
incertidumbre, el deseo por encontrar cierta comunicación entre él y la obra, la cual no es
necesariamente comparte esa misma realidad y su entendimiento no siempre es factible. Y
el saber se devela haciendo, o por lo menos se intenta. El artista encuentra haciendo, lo
siente, fluye, algo pasa que provoca ese constante hacer y que no se agota en una respuesta
o nadie volvería a pintar o esculpir tras su primera obra porque todo estaría respondido. En
la obra de Viviana hay poco espacio para delimitar lo que se reconoce de la pura mancha.
Sin embargo, todo se combina con sutiles momentos de racionalización que encausan esa
pasión expresionista. Las obras tienen conceptos, tienen ideas, tienen fundamentos aun
cuando el no-fundamento pareciera ser la regla de oro: esa es otra forma de fundamentar.
Armar la mesa de trabajo, elegir los elementos, los materiales, establecer la comunicación
formal entre las partes, pensar en lo que se va a hacer, son todas instancias que conviven
con la llegada al lienzo y el surgimiento de lo “incontrolable”.
El concepto de yo fragmentado remite ese desdoblarse del yo, típico de la era posmoderna,
donde todo indicaría la necesidad de reconocerse uno mismo en el otro y en habilitar la
posibilidad de la multiplicidad como condición sine qua non para sobrevivir. La era de la
comunicación no hace más que seguir multiplicándonos, fragmentándonos. El artista del
siglo XXI ya está acostumbrado a estos imperativos. Lo interesante, es cómo una obra
logra, mediante un lenguaje de lo más tradicional como es la pintura –en medio de la
variedad discursiva que ofrece el arte contemporáneo- y apoyada en un estilo como el
expresionismo, con alta carga semántica e histórica que hay que saber manejar, logra
amoldarse a las necesidades expresivas del artista para hacer un trabajo que armoniza con
sus compañeros históricos pero no por eso deja de tener identidad propia, aunque también
fragmentada, por supuesto. Fragmentos, expresión, texturas, color, gesto, sentimiento,
entorno, hombre, paisaje, sentidos, reflexión: todas puertas de entrada a la obra de Viviana
Gaitán.
Lic. María Carolina Baulo,